Diario El País Republicano, 24/05/2030, sección
de Opinión del Ciberlector.
El examen extinto
A propósito de la noticia publicada ayer en la edición
digital de este Diario sobre el reciente Decreto-Ley 10/2030 que establece los
nuevos criterios de evaluación en Secundaria, quisiera manifestar mi enhorabuena
al Sr. Ministro de Educación por saber estar a la altura de las circunstancias en
un momento en que resultaba vital una revisión de los procedimientos académicos
que rigen el desarrollo de las actividades formativas, especialmente de aquellas
que se refieren a la evaluación de conocimientos.
Quizás hoy recuerden algunos que, en otros tiempos,
fuimos preparadores de exámenes. Desde la adolescencia, nos vimos abocados al
estudio forzoso de conceptos y lógicas ajenas, arcano aprendizaje entre termos
de café y horas de insomnio, con el empeño de condensar y reducir al calibre de
nuestro meollo toda aquella amalgama de apuntes manuscritos. Luego, alcanzados como
un rayo por el día y la hora, nuestros conocimientos eran puestos a prueba en el
incómodo papel que roía la estilográfica. Quizás también recuerden ese díscolo
acto de la calificación, sujeto casi siempre a la inflexión subjetiva de aquel
temido profesor de Historia que amenazaba con volver siempre. La maldición caía
sobre el abrumado alumno que no atendiese solícito su consideración irrevocable
de sabio enciclopedista, renunciando así a la libre condición de su albedrío
que hoy reconoce nuestra amadísima Constitución de la Tercera República
Española. Lo que hoy sería ilegal, por inconstitucional, era práctica usada con
normal tremebundia.
Hoy las cosas difieren de tan enteco modo de observar
el saber del aprendiz. Fueron, no obstante, muchos los métodos probatorios con
los que se experimentó durante años la condición antedicha del examen; años
todos de esfuerzo para ensayar los más prudentes métodos pergeñados por pedagogos
y maestros con el objeto de comprobar el esfuerzo del alumnado sin menoscabo de
su entidad personal. Los más avalados estudios de entonces alcanzaron a
concluir que el problema no era tanto atribuible a fallos en la metodología de
evaluación como sí al sentido objetivo del estudio con fines probatorios; es
decir, que no era tan importante asumir la calidad de los resultados como la observación
cartesiana de un proceso ligado al saber, y al saber hacer, de aquellos que antaño
fueron aprendices. Hoy, los hallazgos de la Psicometría y la extensión de los
lectores laser metrocentiles permiten en nuestras modernas escuelas una
determinación exacta, objetiva y rigurosa de los vectores de aplicación, excogitación
y transferencia conceptual de la mente durante la dinámica normal de la clase. De
este modo, el aprendiz, mediante los mecanismos de medición inteligente, es
sometido sin mayor incomodo a un proceso de evaluación secuencial-emocional
(término que empieza a ser normalizado en la nuevas programaciones didácticas) desde
el primero hasta el último minuto de la jornada escolar durante todo el periodo
lectivo. Acábase así con la endémica instrumentalización de aquellas pretéritas
actividades de evaluación que, hasta ayer mismo, violentaban la dignidad
intelectual y la ética de nuestros beneméritos educandos. Gaudeamus igitur.
J. Pascual
Asensi (Alicante, 54 años de edad)
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