lunes, 25 de mayo de 2015

Práctica 7.- El examen extinto.

Diario El País Republicano, 24/05/2030, sección de Opinión del Ciberlector.

El examen extinto

A propósito de la noticia publicada ayer en la edición digital de este Diario sobre el reciente Decreto-Ley 10/2030 que establece los nuevos criterios de evaluación en Secundaria, quisiera manifestar mi enhorabuena al Sr. Ministro de Educación por saber estar a la altura de las circunstancias en un momento en que resultaba vital una revisión de los procedimientos académicos que rigen el desarrollo de las actividades formativas, especialmente de aquellas que se refieren a la evaluación de conocimientos.
Quizás hoy recuerden algunos que, en otros tiempos, fuimos preparadores de exámenes. Desde la adolescencia, nos vimos abocados al estudio forzoso de conceptos y lógicas ajenas, arcano aprendizaje entre termos de café y horas de insomnio, con el empeño de condensar y reducir al calibre de nuestro meollo toda aquella amalgama de apuntes manuscritos. Luego, alcanzados como un rayo por el día y la hora, nuestros conocimientos eran puestos a prueba en el incómodo papel que roía la estilográfica. Quizás también recuerden ese díscolo acto de la calificación, sujeto casi siempre a la inflexión subjetiva de aquel temido profesor de Historia que amenazaba con volver siempre. La maldición caía sobre el abrumado alumno que no atendiese solícito su consideración irrevocable de sabio enciclopedista, renunciando así a la libre condición de su albedrío que hoy reconoce nuestra amadísima Constitución de la Tercera República Española. Lo que hoy sería ilegal, por inconstitucional, era práctica usada con normal tremebundia.
Hoy las cosas difieren de tan enteco modo de observar el saber del aprendiz. Fueron, no obstante, muchos los métodos probatorios con los que se experimentó durante años la condición antedicha del examen; años todos de esfuerzo para ensayar los más prudentes métodos pergeñados por pedagogos y maestros con el objeto de comprobar el esfuerzo del alumnado sin menoscabo de su entidad personal. Los más avalados estudios de entonces alcanzaron a concluir que el problema no era tanto atribuible a fallos en la metodología de evaluación como sí al sentido objetivo del estudio con fines probatorios; es decir, que no era tan importante asumir la calidad de los resultados como la observación cartesiana de un proceso ligado al saber, y al saber hacer, de aquellos que antaño fueron aprendices. Hoy, los hallazgos de la Psicometría y la extensión de los lectores laser metrocentiles permiten en nuestras modernas escuelas una determinación exacta, objetiva y rigurosa de los vectores de aplicación, excogitación y transferencia conceptual de la mente durante la dinámica normal de la clase. De este modo, el aprendiz, mediante los mecanismos de medición inteligente, es sometido sin mayor incomodo a un proceso de evaluación secuencial-emocional (término que empieza a ser normalizado en la nuevas programaciones didácticas) desde el primero hasta el último minuto de la jornada escolar durante todo el periodo lectivo. Acábase así con la endémica instrumentalización de aquellas pretéritas actividades de evaluación que, hasta ayer mismo, violentaban la dignidad intelectual y la ética de nuestros beneméritos educandos. Gaudeamus igitur.


J. Pascual Asensi (Alicante, 54 años de edad)

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