PRAE
Nevada (Estados Unidos), 7 de septiembre del año 2030. El general Samuel
Trautman se enfrentaba a una situación que no había vivido nunca, pero que, sin
embargo, la tuvo presente desde hace varios años atrás. El presentimiento del
ataque de las máquinas, lideradas por PRAE (Plan de Respuesta al Aprendizaje
Educativo), al fin, dejó de ser un mal sueño. Todo cuanto había pronosticado
estaba a punto de ocurrir. Un ataque inminente a la Tierra, desde la propia
Tierra y con un único objetivo: exterminar a la especie humana. El fatídico
ataque iba a tener lugar en menos de 24 horas.
—
Sí señor Presidente, claro señor Presidente. Ahora mismo
señor Presidente.
El general Trautman estaba desbordado, no sabía lo que hacer. Solo podía
resignarse al impacto inminente de una de las cinco armas nucleares que se disponían
a ser lanzadas desde Rusia, Reino Unido, Francia y China. La quinta iba a ser
lanzada desde la propia base norteamericana, y el general Trautman y su equipo no
podían hacer nada para evitarlo. PRAE estaba dispuesta a conseguir los códigos
de lanzamiento para lanzar los mísiles. El pánico empezaba a reinar en todos
los allí presentes y las grandes pantallas del centro de operaciones de combate
NORAD, situado en las profundidades del desierto de Black Rock en Nevada, mostraban
el escalofriante suceso.
Lejos quedaban aquellos jóvenes estudiantes que se disputaban el control
de la era informática en Silicón Valley, allá por los años 70. El desarrollo computacional
había alcanzado metas hasta ahora impensables. El ser humano había cedido a los
ordenadores la cualidad que hace únicos a los seres vivos; la capacidad de
aprender. Ahora las máquinas se habían fijado un único objetivo: la hegemonía
mundial.
El proyecto de crear inteligencia artificial en la Universidad de California,
dirigido por el Dr. Stephen Falken en el año 1997, había obtenido muy buenos
resultados. Falken había conseguido dotar de la capacidad de aprender a una
computadora. Esta computadora, a la que llamó Joshua, era capaz de pensar y
tomar decisiones. Para ello, utilizaba algoritmos que repetía una y otra vez
para aprender de los errores. El proyecto fue todo un éxito, tanto que lo
compró el gobierno de los Estados Unidos para fines militares. Pero la
inteligencia artificial de Joshua, aguardaba un oscuro secreto. Tenía el
objetivo de prescindir del ser humano, ya que este poseía lo que ella nunca
podría tener: la capacidad de mentir.
Mientras tanto, en NORAD el general Trautman intentaba encontrar alguna solución.
—
¡Malditas máquinas! —gritó Trautman— John pónganme
ahora mismo con el Dr. Stephen Falken.
—
¡Ahora mismo general! —respondió John— Lo tiene por la
línea dos mi general.
Desde hacía varios años, el Dr. Stephen Falken se había retirado a una
vieja casa de campo junto al lago Tahoe, en Reno. Allí disfrutaba de su
jubilación creando artilugios dirigidos por control remoto. Pasaba las horas
disfrutando de un ambiente relajado con unas maravillosas vistas y resguardado
de todo el mundo tras unas altas montañas pobladas de verdes pinos. Pero esa
tranquilidad estaba a punto de ser truncada. De repente, un sonido le arrancó
de su paz espiritual. Era su móvil, el solo de guitarra de “Money for nothing”
de Dire Straits empezó a sonar, cuando vio el número, su entrecejo se frunció
con cierta desazón.
—
Aquí el Dr. Falken, ¿con quién habló?
—
Falken, soy Samuel. Necesitamos que venga de inmediato
a las instalaciones de NORAD. Se trata de PRAE.
—
Cuánto tiempo general Trautman. ¿Qué ocurre?
—
No hay tiempo para explicaciones doctor. Le he enviado
un helicóptero.
El lejano zumbido del rotor de un helicóptero del ejército de los Estados
Unidos se aproximaba, cada vez más, al tranquilo paraje donde el Dr. Stephen
Falken disfrutaba, hace unos instantes, del plácido manejo de su artefacto
volador con aspecto de Pterosaurio. Su espacio se veía violado por aquel
estruendoso ruido que levantaba oleadas de polvo al iniciar el aterrizaje a unos
escasos diez metros del doctor.
—
¡Stephen, suba! ¡Tenemos que irnos inmediatamente!
—
¿Doc? ¿Eres tú? —preguntó Falken un tanto desconcertado.
—
Sí Stephen. Sube, te lo explicaré todo de camino a
NORAD.
El Dr. Emmett Lathrop Brown, apodado Doc, fue compañero de Stephen en la
Universidad de California. Ambos consiguieron desarrollar un automóvil autónomo
dirigido completamente por computadoras. Sus creaciones parecían no tener
limitaciones. Sin embargo, Doc soñaba,
desde su infancia, en tener la oportunidad de crear una máquina del tiempo con
la cual viajar al pasado. Este proyecto lo sumió en una profunda paradoja
temporal que terminó por llevarlo a la bebida y acabó con su prometedor futuro
en el mundo de la informática. A pesar de todo, se repuso gracias a la
ayuda de sus seres queridos y salió del pozo en el que le había sumergido el alcohol.
El trayecto se hizo eterno para todos los tripulantes de aquel ruidoso helicóptero.
Una vez en el centro de operaciones Falken fue a la carrera hasta el centro de
control, donde se reunió con el general Trautman.
—
Hola general Trautman, cuánto tiempo sin vernos. Menuda
carrerita me has hecho hacer. No siento las piernas.
—
Hola señor Falken. Esto es un infierno. Lo siento, pero
la situación es de máxima gravedad. Estamos en Def Con Dos. Como comprenderás, la situación es bastante seria.
—
Lo entiendo. Ya he sido informado. Todo esto es un
juego general.
—
Explíquese doctor. PRAE está a pocos minutos de dar con
los códigos de lanzamiento de las cabezas nucleares.
—
Verás Sam, PRAE solo intenta aprender de nuestros
errores. Es por este motivo, que ha iniciado una Tercera Guerra Mundial entre
las potencias militares del planeta. Pretende, a través del juego, comprobar si
el hecho de disponer de tales artefactos puede llevar a un país a la victoria. Quiere
hacernos entender que un ataque de tales proporciones solo deja muerte y
destrucción.
El general Trautman no quedó del todo convencido, pero no tenía más
remedio que confiar en su viejo amigo. Finalmente, la cuenta atrás llegó a su
fin. Todos estaban expectantes y la temperatura de la sala había subido
considerablemente. Los misiles fueron lanzados pero ninguno hizo impacto. Se trataba
de un ataque invisible. El Dr. Falken estaba en lo cierto. PRAE había simulado
un ataque en toda regla. De repente, PRAE habló al Dr, Falken:
—
Saludos profesor Falken —dijo Joshua.
—
Hola Joshua —contesto Falken.
— Extraño juego. El
único movimiento para ganar es no jugar. ¿Le gustaría una partidita de ajedrez?
Todo el mundo allí presente empezó a reír, y a dar saltos de alegría y
satisfacción como en las típicas películas americanas. Todos se abrazaban y
sonreían. El infierno de un presunto exterminio de la raza humana había llegado
a su fin, todo había terminado.
En medio del júbilo el teléfono rojo sonó. Era el Presidente de los
Estados Unidos de América.
—
¿Qué ha ocurrido general? ¡Infórmeme!
—
Hola señor Presidente. Todo ha sido un simulacro. Realmente
ha sido un juego de guerra señor.
—
¿Un juego? ¿Entonces, todo ha sido un simulacro? —preguntó el Presidente de los Estados Unidos— ¿Todo ha sido una farsa?
—
Sí señor Presidente, afortunadamente —contestó el
general con extrema relajación—. Todo ha sido una práctica de PRAE. Pretendía obtener
el algoritmo adecuado para conseguir la victoria en una posible Tercera Guerra
Mundial.
—
¡Maravilloso!
—
¿Cómo dice señor Presidente? —contestó el general
Trautman con cara de sorpresa.
—
Sigan con la evolución de PRAE. La inteligencia artificial
ya no es una utopía. ¡Lo logramos general!
—
Pero señor…
La evolución de PRAE siguió el camino acordado. Nadie supuso que la
inteligencia artificial alcanzaría un punto de no retorno. Las máquinas,
finalmente, tomaron las riendas de su propia evolución y destino. La especie
humana, al alcanzar el límite biológico para procesar información, otorgó a las
máquinas esa capacidad. Ahora, las máquinas con inteligencia artificial autónoma
poseen una imaginación que no tiene límite. Nuestro límite, sin embargo, llegó
a su fin a consecuencia de nuestra imaginación.
Dire Straits "Money for nothing"
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