jueves, 28 de mayo de 2015

Práctica VII. La educación en 2030




 PRAE


Nevada (Estados Unidos), 7 de septiembre del año 2030. El general Samuel Trautman se enfrentaba a una situación que no había vivido nunca, pero que, sin embargo, la tuvo presente desde hace varios años atrás. El presentimiento del ataque de las máquinas, lideradas por PRAE (Plan de Respuesta al Aprendizaje Educativo), al fin, dejó de ser un mal sueño. Todo cuanto había pronosticado estaba a punto de ocurrir. Un ataque inminente a la Tierra, desde la propia Tierra y con un único objetivo: exterminar a la especie humana. El fatídico ataque iba a tener lugar en menos de 24 horas.

      —    Sí señor Presidente, claro señor Presidente. Ahora mismo señor Presidente.
El general Trautman estaba desbordado, no sabía lo que hacer. Solo podía resignarse al impacto inminente de una de las cinco armas nucleares que se disponían a ser lanzadas desde Rusia, Reino Unido, Francia y China. La quinta iba a ser lanzada desde la propia base norteamericana, y el general Trautman y su equipo no podían hacer nada para evitarlo. PRAE estaba dispuesta a conseguir los códigos de lanzamiento para lanzar los mísiles. El pánico empezaba a reinar en todos los allí presentes y las grandes pantallas del centro de operaciones de combate NORAD, situado en las profundidades del desierto de Black Rock en Nevada, mostraban el escalofriante suceso.

Lejos quedaban aquellos jóvenes estudiantes que se disputaban el control de la era informática en Silicón Valley, allá por los años 70. El desarrollo computacional había alcanzado metas hasta ahora impensables. El ser humano había cedido a los ordenadores la cualidad que hace únicos a los seres vivos; la capacidad de aprender. Ahora las máquinas se habían fijado un único objetivo: la hegemonía mundial.

El proyecto de crear inteligencia artificial en la Universidad de California, dirigido por el Dr. Stephen Falken en el año 1997, había obtenido muy buenos resultados. Falken había conseguido dotar de la capacidad de aprender a una computadora. Esta computadora, a la que llamó Joshua, era capaz de pensar y tomar decisiones. Para ello, utilizaba algoritmos que repetía una y otra vez para aprender de los errores. El proyecto fue todo un éxito, tanto que lo compró el gobierno de los Estados Unidos para fines militares. Pero la inteligencia artificial de Joshua, aguardaba un oscuro secreto. Tenía el objetivo de prescindir del ser humano, ya que este poseía lo que ella nunca podría tener: la capacidad de mentir.

Mientras tanto, en NORAD el general Trautman intentaba encontrar alguna solución.
      —    ¡Malditas máquinas! —gritó Trautman— John pónganme ahora mismo con el Dr. Stephen Falken.
      —    ¡Ahora mismo general! —respondió John— Lo tiene por la línea dos mi general.

Desde hacía varios años, el Dr. Stephen Falken se había retirado a una vieja casa de campo junto al lago Tahoe, en Reno. Allí disfrutaba de su jubilación creando artilugios dirigidos por control remoto. Pasaba las horas disfrutando de un ambiente relajado con unas maravillosas vistas y resguardado de todo el mundo tras unas altas montañas pobladas de verdes pinos. Pero esa tranquilidad estaba a punto de ser truncada. De repente, un sonido le arrancó de su paz espiritual. Era su móvil, el solo de guitarra de “Money for nothing” de Dire Straits empezó a sonar, cuando vio el número, su entrecejo se frunció con cierta desazón.

      —    Aquí el Dr. Falken, ¿con quién habló?
      —    Falken, soy Samuel. Necesitamos que venga de inmediato a las instalaciones de NORAD. Se trata de PRAE.
      —    Cuánto tiempo general Trautman. ¿Qué ocurre?
      —    No hay tiempo para explicaciones doctor. Le he enviado un helicóptero.

El lejano zumbido del rotor de un helicóptero del ejército de los Estados Unidos se aproximaba, cada vez más, al tranquilo paraje donde el Dr. Stephen Falken disfrutaba, hace unos instantes, del plácido manejo de su artefacto volador con aspecto de Pterosaurio. Su espacio se veía violado por aquel estruendoso ruido que levantaba oleadas de polvo al iniciar el aterrizaje a unos escasos diez metros del doctor.

      —    ¡Stephen, suba! ¡Tenemos que irnos inmediatamente!
      —    ¿Doc? ¿Eres tú? —preguntó Falken un tanto desconcertado.
      —    Sí Stephen. Sube, te lo explicaré todo de camino a NORAD.

El Dr. Emmett Lathrop Brown, apodado Doc, fue compañero de Stephen en la Universidad de California. Ambos consiguieron desarrollar un automóvil autónomo dirigido completamente por computadoras. Sus creaciones parecían no tener limitaciones. Sin embargo, Doc  soñaba, desde su infancia, en tener la oportunidad de crear una máquina del tiempo con la cual viajar al pasado. Este proyecto lo sumió en una profunda paradoja temporal que terminó por llevarlo a la bebida y acabó con su prometedor futuro en el mundo de la informática. A pesar de todo, se repuso gracias a la ayuda de sus seres queridos y salió del pozo en el que le había sumergido el alcohol.

El trayecto se hizo eterno para todos los tripulantes de aquel ruidoso helicóptero. Una vez en el centro de operaciones Falken fue a la carrera hasta el centro de control, donde se reunió con el general Trautman.

      —    Hola general Trautman, cuánto tiempo sin vernos. Menuda carrerita me has hecho hacer. No siento las piernas.
      —    Hola señor Falken. Esto es un infierno. Lo siento, pero la situación es de máxima gravedad. Estamos en Def Con Dos. Como comprenderás, la situación es bastante seria.
      —    Lo entiendo. Ya he sido informado. Todo esto es un juego general.
      —    Explíquese doctor. PRAE está a pocos minutos de dar con los códigos de lanzamiento de las cabezas nucleares.
      —    Verás Sam, PRAE solo intenta aprender de nuestros errores. Es por este motivo, que ha iniciado una Tercera Guerra Mundial entre las potencias militares del planeta. Pretende, a través del juego, comprobar si el hecho de disponer de tales artefactos puede llevar a un país a la victoria. Quiere hacernos entender que un ataque de tales proporciones solo deja muerte y destrucción.

El general Trautman no quedó del todo convencido, pero no tenía más remedio que confiar en su viejo amigo. Finalmente, la cuenta atrás llegó a su fin. Todos estaban expectantes y la temperatura de la sala había subido considerablemente. Los misiles fueron lanzados pero ninguno hizo impacto. Se trataba de un ataque invisible. El Dr. Falken estaba en lo cierto. PRAE había simulado un ataque en toda regla. De repente, PRAE habló al Dr, Falken:

      —    Saludos profesor Falken —dijo Joshua.
      —    Hola Joshua —contesto Falken.
      —     Extraño juego. El único movimiento para ganar es no jugar. ¿Le gustaría una partidita de ajedrez?

Todo el mundo allí presente empezó a reír, y a dar saltos de alegría y satisfacción como en las típicas películas americanas. Todos se abrazaban y sonreían. El infierno de un presunto exterminio de la raza humana había llegado a su fin, todo había terminado.
En medio del júbilo el teléfono rojo sonó. Era el Presidente de los Estados Unidos de América.

      —    ¿Qué ha ocurrido general? ¡Infórmeme!
      —    Hola señor Presidente. Todo ha sido un simulacro. Realmente ha sido un juego de guerra señor.
      —    ¿Un juego? ¿Entonces, todo ha sido un simulacro? —preguntó el Presidente de los Estados Unidos— ¿Todo ha sido una farsa?
      —   Sí señor Presidente, afortunadamente —contestó el general con extrema relajación—. Todo ha sido una práctica de PRAE. Pretendía obtener el algoritmo adecuado para conseguir la victoria en una posible Tercera Guerra Mundial.
      —    ¡Maravilloso!
      —    ¿Cómo dice señor Presidente? —contestó el general Trautman con cara de sorpresa.
      —    Sigan con la evolución de PRAE. La inteligencia artificial ya no es una utopía. ¡Lo logramos general!
      —    Pero señor…

La evolución de PRAE siguió el camino acordado. Nadie supuso que la inteligencia artificial alcanzaría un punto de no retorno. Las máquinas, finalmente, tomaron las riendas de su propia evolución y destino. La especie humana, al alcanzar el límite biológico para procesar información, otorgó a las máquinas esa capacidad. Ahora, las máquinas con inteligencia artificial autónoma poseen una imaginación que no tiene límite. Nuestro límite, sin embargo, llegó a su fin a consecuencia de nuestra imaginación.




Dire Straits "Money for nothing"

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