martes, 9 de junio de 2015

Práctica 7. La educación en el 2030.

Mientras escribo estas líneas estoy sentado en la sala de profesores, ignorado por el resto de profesores robots, que van de un lado a otro sin prestarme atención. Me sorprende que a día de hoy todavía queden profesores humanos, entre los que me incluyo. Bueno, realmente me sorprende que todavía queden profesores de Lengua y Literatura y de todo lo relacionado con las humanidades, desde que las grandes corporaciones gobiernan nuestro país. Hoy en día Pepsi-Cola, lo que antes se conocía como España, potencia el utilitarismo y la absoluta presencia del mundo laboral dentro de una escuela pública masificada. 

Todo ello con el objetivo de que los estudiantes acaben siendo unos ignorantes en las materias que afectan al ser humano y que sólo aprendan conocimientos de cara a su futuro laboral. A ellos sólo les importa producir, de hecho hasta la educación de hoy en día recuerda demasiado a una cadena de producción. 

El alumno se ha convertido en un producto que tiene que pasar por un proceso de elaboración para conseguir una serie de objetivos de cara al futuro. Y ya se encargan tanto las programaciones de los centros como la educación en valores de hacer que esta situación se mantenga estable y no cambie, y que además los alumnos acepten de buen grado su ignorancia y falta de libertad.

Mientras los profesores robots se pasean por el claustro, recuerdo cómo ha cambiado todo lo relativo al sistema educativo de este país. Ahora que la mayoría de docentes son de naturaleza robótica, los padres respetan más a la figura del profesor. Normal por otro lado, porque estos no fueron creados según las reglas de Asimov, así que pueden agredir a cualquiera si creen que se encuentran en peligro o si las directrices de la compañía-estado se ven amenazadas. Incluso a los alumnos, si creen que sus pensamientos o actitudes se pueden considerar rebeldes o que amenazan los objetivos de los que nos gobiernan.

Esto ayuda a que los alumnos se comporten en clase, pero aplasta totalmente su espíritu juvenil y por definición, rebelde. Aunque bastante tienen con aprenderse los contenidos que estos robots-sofistas les imparten, y luego reproducirlos literalmente en un examen, sin darles tiempo para que reflexionen sobre los mismos, los asimiles y se formen un pensamiento propio, lo que no le interesa a nadie en este 2030.

Y en medio de toda esta situación me encuentro yo, cuestionándome, en voz baja, claro, la sociedad en la que vivo, deprimido por la muerte de un ideal, un ideal que probablemente fuera un sueño y que no existió jamás.


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